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¿Qué es la relocalización industrial?

Relocalizacion
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El debate de la deslocalización industrial, relocalización y reindustrialización está sobre la mesa. La transformación digital y la necesidad de luchar contra el cambio climático favorecen una nueva industrialización basada en un modelo más sostenible, digital e innovador. Es esto justamente lo que la Comisión Europea proponía al Parlamento Europeo y a los estados miembros ya en la lejana fecha de enero de 2014.

En este artículo se repasan las causas que provocaron la deslocalización para poder entender este fenómeno, los motivos que facilitan ahora el movimiento inverso de relocalización y las palancas que pueden impulsar el crecimiento del sector industrial.

Indice de contenidos

Deslocalización: En qué consiste y cuales han sido sus causas

En las últimas décadas los países occidentales hemos vivido un fuerte proceso de deslocalización, entendiéndose este como aquel por el que una empresa situada en un país cualquiera toma la decisión de abandonar su actividad parcial o totalmente para producirla en países distintos.

El primer proceso de deslocalización se produjo a finales de la década de los 70. Las siguientes oleadas fueron la aparición en escena de los emergentes con China como principal referente, pero también otros como Brasil, India y Bangladesh.

La causa principal de esta deslocalización fue la búsqueda de competitividad a través de menores costes (salarios y materias primas) y la cercanía a esos mercados emergentes. Pero ha habido también ciertos factores que han favorecido este fenómeno como son el avance de la integración económica internacional gracias a la reducción de barreras comerciales, la liberalización de los mercados interiores y el desarrollo de las tecnologías de la información y las comunicaciones (TIC).

Relocalización. ¿Qué es? ¿Por qué se está produciendo?

El proceso inverso es el de la relocalización: consiste en volver a localizar la producción en otra ubicación o revertir una deslocalización antes realizada. Este cambio de tendencia con el retorno de las industrias se ha apuntalado tras la crisis sanitaria de la COVID19 que paralizó el suministro de productos procedentes de Asia, antes incluso de que los países europeos se hubieran visto afectados por la pandemia. 

Justo cuando parecía que China y el resto de los países del sudeste asiático se convertirían en la fábrica del mundo, la balanza se empieza a equilibrar en la segunda década del siglo XXI por las siguientes causas:

  • Los costes laborales se han ido abaratando en los países desarrollados gracias a las tecnologías de fabricación avanzada y a la robótica.
  • La normativa laboral y medioambiental se está desarrollando en China.
  • Los costes laborales chinos se han incrementado deslocalizando a su vez parte de su producción a países como India, Bangladesh, Pakistán o Marruecos.
  • La calidad sigue siendo superior en los países occidentales.
  • La mayor importancia que está cobrando la personalización del producto, la rápida adaptación al gusto y el lujo.
  • La alta dependencia de los países occidentales de la producción externa, de las cadenas logísticas y de factores geopolíticos como se ha puesto de manifiesto con la pandemia.
  • No hay suficiente protección de patentes y know-how.
  • Hay diferencias culturales e idiomáticas que afectan de manera negativa.

Los primeros casos de relocalización se vieron en la economía estadounidense que por tamaño y dinamismo es la principal del bloque occidental. Allí se sufrieron más intensamente los efectos de la deslocalización industrial pero también se pusieron antes las bases de una recuperación basada en las nuevas tecnologías y el impulso dado desde 2013 por la administración del presidente Obama. Desde entonces el lema «American made» no ha desaparecido ya de la política nacional norteamericana.

La reacción europea vino en el año 2014 con el informe de la Comisión “Por un renacimiento industrial europeo” pero que no deja de ser una serie de recomendaciones para el Parlamento Europeo.

Relocalización e industrialización. Palancas de crecimiento

Aquellas empresas o países especializados en producciones de carácter más tradicional como lo son muchas de las empresas españolas, las cuales se encuentran a nivel de desarrollo tecnológico a medio camino de las grandes empresas tecnologías europeas y americanas tecnológicamente más adelantadas y las empresas de países emergentes, son aquellas que deben realizar un esfuerzo mayor para aprovechar esta nueva tendencia de deslocalización.

Puesto que la reindustrialización es una tendencia que ejecutarán gran parte de las empresas europeas y de otros países desarrollados, se corre el riesgo de quedarse atrás si no se toman decisiones y se realizan las acciones adecuadas.

Pero existe una oportunidad real de generar riqueza en los países desarrollados a través de una reindustrialización competitiva de las empresas y de la economía en su conjunto. La premisa necesaria es que el sector industrial no solo sea mayor sino más competitivo. Para ello, se debería trabajar en las líneas siguientes:

  • Establecer unos objetivos medibles a alcanzar. La aspiración nacional de que la Industria tenga un peso en el PIB del 20% es un buen comienzo.
  • El incremento del tamaño de las empresas y el desarrollo del pequeño sector de las manufacturas avanzadas redundaría en mejoras de la productividad y facilitaría la internacionalización. El desarrollo de los clústeres sectoriales es una herramienta muy potente para hacer frente al tamaño limitado y dar respuesta a las necesidades de capacitación e innovación.
  • Las empresas pueden aprovechar las posibilidades colaborativas sectoriales como los clústeres, pero también debe ser proactivo y no esperar la finalización de reformas económicas estructurales. Es fundamental que las empresas se anticipen y lideren el cambio que la disrupción tecnológica supone. El desarrollo de estrategias de la Industria 4.0 como robotización, inteligencia artificial, procesos productivos alternativos, fábrica inteligente, Internet de las Cosas, etc. es “un requisito esencial para garantizar la competitividad de Europa a medio y largo plazo con implicaciones para el bienestar general” (Comisión Europea, 2016).

 

Finalmente, en un mundo con las fronteras cada vez más difusas, el dominio de las tecnologías y la capacidad de llevar a cabo innovaciones decidirán las posiciones en los mercados. No es solamente que las empresas españolas y el país en su conjunto deban ponerse al nivel de sus socios europeos en inversión en I+D+i, sino que debe afrontarla integrando capacidades sectoriales, de las administraciones y de las universidades, así como trabajar en elevar la cualificación de los empleados con programas de capacitación y evaluación continuos.

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